Luz María Garrido-Lecca

Hablar de la obra de Rosanna Peyón implica recorrer lugares que transitamos juntas cuando nos atrevimos a emprender la aventura de la creación, rememorar espacios de trabajo y reflexión, evocar sentimientos de admiración y respeto que nos conmovieron y no han cesado de hacerlo desde esos lejanos días. Compañeras, amigas, colegas a lo largo de ese camino tan difícil de seguir cuando se requiere o se necesita expresar algo interior; tan indefinido y a la vez tan preciso, que sólo podremos comunicar si ingresamos en nosotros mismos, si escuchamos la resonancia que las obras admiradas tienen cuando hacen vibrar las experiencias más íntimas y personales.
Las obras que Rosanna expone en esta muestra suscitan una forma particular de diálogo. Verlas convoca a todos los sentidos que se envuelven de inmediato en una interacción. La suavidad sensual de las superficies invita al tacto, las formas y dimensiones de las imágenes reclaman la mirada, el desbastado sugiere los olores del taller, las maderas elegidas dejan sentir su calidez.
En la muestra, las piezas cuyos volúmenes no pierden ligereza sugieren ecos, idas y venidas. En el vacío positivo/negativo aparece la forma. La madera se revela como material: Hebras, colores, texturas. La altura y la escala elegidas permiten el contacto visual "intersubjetivo". Como si el dibujo se desprendiese del plano, la línea está presente e induce al movimiento. Muros y puertas abren o cierran el paso. A la vez búsqueda y hallazgo, aparecen los ritmos escondidos en el fuste de las maderas.
Esta vez Rosanna, en este alto en el camino, nos permite interactuar con sus personajes. Jugar con ellos. Recibir los mensajes de sus astros, las buenas nuevas de sus conjunciones. Sentirnos acogidos, protegidos por su guardián benévolo y vigilante. Atravesar umbrales. Descubrir sorpresas. Descansar. Y, si estamos dispuestos a mirar con todo lo que somos, recibir lo que nos dicen, seguir las huellas que dejan, sentir el calor que nos transmiten, dejarnos rodear, sintiéndonos lanzados a seguir buscando en nuestras propias experiencias.

Luis Lama

Rosanna Peyón es una magnifica dibujante formada bajo la sabia enseñanza de Cristina Gálvez, y este dibujo, de manera excepcional, ella ha sabido trasladarlo a los volúmenes, logrando aquello que la inolvidable maestra definía como dibujar en el espacio. 
La escultura de Rosanna Peyón generalmente se ha alejado de los volúmenes que han caracterizado la tradición occidental. Su trabajo más bien consistía en planos modelados que cada vez más se perfilaban, en su intención de transformarse en línea. El bronce se encargaba de definir estas formas en las que el cuerpo humano o los rostros iban sucediéndose como un testimonio del mundo interior del artista.
Luego de un silencio en el cual ella esta dedicada a trabajar en su taller en la búsqueda de nuevas formas y en la indagación de otros materiales Rosanna Peyón, como resultado  de su búsqueda, recibe el segundo premio del concurso de escultura en plata y el trabajo posterior a la pieza ganadora me revela una obra que mantiene un cordón umbilical con especulaciones anteriores y a la vez una ruptura con el pasado. Ahora la plata reemplaza al bronce y el martillo es el encargado de dar forma y crear volúmenes virtuales. El resultado es absolutamente inesperado, una fusión de refinamiento y de sensualidad, un brillo que se desliza sobre la superficie, solo posible obtener con este trabajo de amores y residumbres. De pasiones en la materia y lucubraciones que permiten lograr una obra que revela el espléndido camino al que ha conducido Rosanna Peyón las inquietudes de su espíritu.

Mihaela Radulescu

Las esculturas de Rosanna Peyón invitan al espectador a olvidarse que vive en un mundo aparentemente libre de los orígenes, peleando contra las contradicciones de sus propias creaciones. Sus personajes componen una iconografía sincrética: figuras humanas con máscaras o cabezas de animales, fusión de rasgos, depuración de líneas, envolvimiento de amplios ropajes que sugieren misteriosas transformaciones o movimientos rituales, inmovilidad estilizada, cruzando los límites del tiempo. Son formas de pequeño y mediano formato, en plata, bronce y madera, volúmenes que se interpelan y develan un contacto personal con las raíces primigenias del ser humano, que desarrollan la afinidad del sentimiento existencial con lo mágico.
Hay una fuerza que emana de estos personajes inquietantes que recuerda los secretos, tabúes y mitos de cultos antiguos, evitando sin embargo la literalidad y con ello cualquier forma descriptiva o anecdótica. Estas formas herméticas no pertenecen a una cosmogonía conocida, pero aluden a la unidad de la naturaleza y la relación entre los seres vivos que toda cosmogonía pone en la base de su imaginario. Sostienen una proyección humanizada de espíritus surgidos del reino de lo arcaico, lo onírico, lo mágico, lo ancestral. Son símbolos del espacio interior y de sus visiones asociativas. Sus cabezas triangulares, sus cuernos, la predisposición piramidal o circular de sus cuerpos construyen una emblemática con referencias por descubrir.
Para Rosanna Peyón el legado de los orígenes significa en primer lugar la exploración de la naturaleza formativa del material. Las diferentes etapas de su metamorfosis son parte integrante de una metafísica de la creación definida por la tensión entre rígido y flexible, liso y áspero, oscuro y luminoso, llano y volumétrico. Hacer que la plancha se convierta en volumen, que la superficie lisa se vuelva áspera, que el cobre recorra varias edades y sentidos antes de asumir una identidad, que la luminosidad de la plata inicie un juego oscuro entre lo dramático y poético, es hacer que las figuras tengan no sólo una naturaleza significa sino también una vida, parte de la existencia global. La transformación implica de este modo materia o idea, representación y creación.

Luz María Garrido-Lecca

Hablar de la obra de Rosanna Peyón implica recorrer lugares que transitamos juntas cuando nos atrevimos a emprender la aventura de la creación, rememorar espacios de trabajo y reflexión, evocar sentimientos de admiración y respeto que nos conmovieron y no han cesado de hacerlo desde esos lejanos días. Compañeras, amigas, colegas a lo largo de ese camino tan difícil de seguir cuando se requiere o se necesita expresar algo interior; tan indefinido y a la vez tan preciso, que sólo podremos comunicar si ingresamos en nosotros mismos, si escuchamos la resonancia que las obras admiradas tienen cuando hacen vibrar las experiencias más íntimas y personales.
Las obras que Rosanna expone en esta muestra suscitan una forma particular de diálogo. Verlas convoca a todos los sentidos que se envuelven de inmediato en una interacción. La suavidad sensual de las superficies invita al tacto, las formas y dimensiones de las imágenes reclaman la mirada, el desbastado sugiere los olores del taller, las maderas elegidas dejan sentir su calidez.
En la muestra, las piezas cuyos volúmenes no pierden ligereza sugieren ecos, idas y venidas. En el vacío positivo/negativo aparece la forma. La madera se revela como material: Hebras, colores, texturas. La altura y la escala elegidas permiten el contacto visual "intersubjetivo". Como si el dibujo se desprendiese del plano, la línea está presente e induce al movimiento. Muros y puertas abren o cierran el paso. A la vez búsqueda y hallazgo, aparecen los ritmos escondidos en el fuste de las maderas.
Esta vez Rosanna, en este alto en el camino, nos permite interactuar con sus personajes. Jugar con ellos. Recibir los mensajes de sus astros, las buenas nuevas de sus conjunciones. Sentirnos acogidos, protegidos por su guardián benévolo y vigilante. Atravesar umbrales. Descubrir sorpresas. Descansar. Y, si estamos dispuestos a mirar con todo lo que somos, recibir lo que nos dicen, seguir las huellas que dejan, sentir el calor que nos transmiten, dejarnos rodear, sintiéndonos lanzados a seguir buscando en nuestras propias experiencias.